«Su voz, es como mantequilla», dijo un mecenas del Hollywood Bowl el viernes por la noche, utilizando la conocida descripción derivada de «SNL» de la voz de Barbra Streisand y aplicándola a la cabeza de cartel del fin de semana, Christina Aguilera..
No para criticar las críticas de los estimados poseedores de boletos de temporada, pero esta comparación parecía exactamente incorrecta. La voz de Aguilera no es como mantequilla; en todo caso, es como bourbon. O tal vez un buen bistec … uno pequeño, seguro. Ella tiene sus registros estratosféricos y no tiene miedo de emplearlos, pero la mayor parte del atractivo de su voz es lo bajo que puede llegar a sus entrañas mientras se mantiene al máximo volumen.
Es un enfoque que fácilmente podría pasar sobre un Hollywood Bowl o cualquier orquesta en el mismo. Entonces, felicitaciones adicionales a quien sea responsable de la mezcla en los shows de este fin de semana. Cuando pones a un cantante tan grande como Aguilera frente a la Filarmónica de Los Ángeles y Aguilera no “gana”, es una misión cumplida.
De todos los conciertos que hemos visto en el Bowl a lo largo de los años que emparejaron a un cantante pop con el LA Phil o con la Hollywood Bowl Orchestra, y son más que unos pocos, este fue uno de los mejores, en cuanto a dejar que el la cantante haga algo que esté en línea con lo que la llevó al baile, pero que tenga elementos de valor agregado que no descuiden el hecho de que en realidad está en un baile de la alta sociedad.
Fue en parte una pieza con su serie de espectáculos en Las Vegas (interrumpida tan groseramente por la pandemia hace 16 meses), completa con bailarines, y en parte una noche de Boston Pops que pasó a incluir una banda de funk cracking, y cualquier separación de la diferencia no fue demasiado molesta.
Claro, hubo algunos de esos momentos incómodos en los que era solo la banda de gira de Aguilera tocando un número completo, donde, como siempre con estas cosas, imaginas las burbujas de pensamiento sobre las cabezas de los miembros de Phil mientras se preguntan si realmente dedicaron todo ese tiempo a Juilliard solo para poder sentarse en sus manos mientras 10 los bailarines se pavonean.
Pero es un buen compromiso que algunas de las canciones más ruidosas de Aguilera, como «Lady Marmalade», se toquen a su volumen más alto, sin tratar de averiguar cómo colocar un oboe, mientras que la mayoría de la lista de canciones realmente hizo espacio para arreglos orquestales exquisitamente escritos y realmente audibles.
Al comienzo de su presentación de 70 minutos, no estaba exactamente claro si este podría ser un programa más conscientemente clasificado de lo que resultó ser. Director Gustavo Dudamely los Phil se habían tomado la primera hora del espectáculo para ellos mismos, terminando con una lectura del “Danzón No. 8” de Márquez que fue un partido tan sublime de música de maestro en una noche cálida, una segunda mitad podría haber parecido superflua, Ventilador “sucio” o no.
Cuando la compañía completa regresó después del intermedio, el set estaba adornado con un iceberg muy grande, lo que hizo que pareciera que quizás habíamos entrado accidentalmente en un show de Celine Dion. Las suposiciones de que podría haber una escalera detrás de ese iceberg se confirmaron cuando Aguilera apareció en la parte superior, cantando «At Last» de Harry Warren, que podría haber creado expectativas para un verdadero espectáculo de «pops» versus pop. Pero eso no fue un indicio de un curso demasiado alterado: «At Last», que llegó a Aguilera a través de Etta James, es algo que Aguilera ha cantado en su programa la mitad de veces que «Genie in a Bottle».